LA BRUJILLA VERDILLA Y EL ÁRBOL DEL GAROÉ

Desde hace muchísimos años, en la sabina más vieja del Sabinar, vive Brujilla Verdilla. Su mal carácter le ha jugado algunas malas pasadas. Y es que Verdilla es muy cascarrabias, ya que le molesta todo; también suele ser antipática y poco amable. En una ocasión fue castigada incluso por su amigo Ochissss, quien se la llevó por los aires hasta los Roques de Salmor cuando ella lo amenazó por no ayudarle a impedir que Mirlo comiera los frutos de la sabina. Después se arrepintió y pidió perdón a todos sus amigos, especialmente a don Cuervo, quien la llevó de regreso a casa a pesar de que Brujilla lo había lanzado lejos, esta vez sí, por la intermediación de Ochissss.

    Durante estos últimos meses, el sabinar ha presentado un magnífico aspecto: ha florecido con fuerza y el verdor luce con esplendor; todo ello gracias a don Cuervo, quien regaba las semillas de los frutos de la sabina.

    Pero la alegría no es siempre duradera.

    Hace unos días llegó un rebaño de cabras que empezó a devorar a las nuevas sabinas.

   Mirlo no tardó en avisar a Brujilla Verdilla, la fiel guardiana del Sabinar.

    Ella, sin pensarlo, salió disparada y la emprendió a escobazo limpio contra las pobres cabras, que huyeron aterradas.

― ¡No cambias…! dijo Mirlo resentido.

― ¿Por qué me miras así? Lo único que he hecho es espantarlas, no les he propinado ningún golpe, ― respondió Brujilla.

―¡Por nada, por nada!

En realidad, Mirlo le guardaba todavía cierto rencor a Brujilla. No le perdonaba que ésta le hubiera despreciado el canto que, con tanto esmero y esfuerzo, le había brindado meses atrás, justo cuando ella más sola se sentía. Su orgullo estaba herido. Quería darle una lección a Brujilla y, con paciencia, esperaba a que la ocasión se le presentase.

    A pesar de que Brujilla se había arrepentido de su actitud egoísta hacia Don Cuervo, ningún animal se había creído que ella hubiese cambiado. Casi nadie la visitaba.

    Sin embargo, una mañana, Reyezueloese pequeño pájaro verde con una banda naranja en la parte superior de la cabeza y Mosquitero ese otro pájaro insectívoro de pico recto y puntiagudo volaron desde el bosque nuboso de laurisilva hasta el Sabinar para visitar a Brujilla Verdilla. Pinzón Vulgar, un ave pequeña omnívora al que todos llamaban Chau Chau, que los había visto, decidió también acercarse hasta la sabina.

    Brujilla, al encontrarse con ellos, por esta vez se contentó. Ellos, al notar su alegría, decidieron cantarle. Fue tan bello y melodioso el canto que a Chau Chau le sorprendió:

― Amigos, sus cantos son siempre bellos, pero los de hoy han sido una maravilla.

― ¡Ejem, ejem, ustedes podrán decir eso, pero como el canario aquí nadie canta. Sus trinos son únicos―respondía Brujilla engreída. Sí, porque ella siempre creía que tenía la razón.

    Nadie dijo nada. Ya todos la conocían. Una vez más era desagradable con sus visitantes. Chau Chau rompió el silencio:

― Y tú, amigo Reyezuelo, tu plumaje está hoy más bello que nunca.

― ¡Aaaaaaaaaahhhh! Será porque visité al árbol del Garoé y tomé mucha agua; también hice gárgaras y dejé que el agua corriera por mis plumas, recuerda que le llaman <<el árbol de la vida>>. Tú sabes que ese árbol es milagroso.

―¿Cómo es eso?! ―contestó intrigado Chau Chau.

― ¿No me digas que no conoces en la Isla del Hierro el árbol del Garoé? ―respondió Mosquitero extrañado. Es el árbol sagrado de los bimbaches.

 ―Pues no lo sabía. ¿Me pueden llevar hasta él? ―preguntó Chau Chau a los amigos. 

―¡Siiiíiiíi! respondieron a coro los amigos que, sin demorar más, volaron hasta el lugar donde se encontraba el árbol Garoé.

     Brujilla Verdilla había oído toda la conversación y, picada por la curiosidad, decidió seguirlos, pues necesitaba recuperar fuerzas y energía para poder luchar con las cabras y con cualquier intruso que llegará al Sabinar. Ella era tan soberbia y engreída que seguía creyendo que era su dueña. Pero, por otro lado era genial que defendiera el Sabinar.

    Sin embargo, Sabina, aunque vieja y doblada por los alisios, con sus ramas que se arrastraban por la tierras, siempre estaba pendiente de su huésped y, con la voz cansada y apagada, le advirtió:

―Recuerda, Brujilla, que no puedes dormir fuera del Sabinar o perderás tus poderes, toda tu fuerza y, lo peor, no sabrás volver al Sabinar.

Este secreto solo lo sabían ella y Brujilla.

―No te preocupes. Estaré aquí antes de que se esconda el Sol.

Estaba molesta, sí porque, encima, era también malagradecida. Mirlo, que se encontraba cerca, lo vio y oyó todo. Se había enterado del secreto de Brujilla. Brincaba de la alegría y pensó: “Hoy es mi día, Brujilla. Se me tiene que ocurrir algo. Veremos…”

    Brujilla, ajena a las intenciones de Mirlo, salió rumbo al árbol del Garoé siguiendo a los amigos.

    Cuando llegaron, Reyezuelo, Mosquitero y Chau Chau enseguida empezaron a tomar el agua que goteaba de las ramas del árbol y empapaban sus plumas. Así estuvieron un buen rato cuando se dieron cuenta que Brujilla estaba paralizada mirando al árbol.

Chau Chau le preguntó:

―Vamos, ¿no vas a tomar agua?, ¿qué te sucede?

―Estoy impresionada. Este árbol es majestuoso. Déjenme contemplar este regalo que la Naturaleza nos ha dado.

    Pasado un tiempo, sus amigos decidieron volver a la  laurisilva y dejar a Verdilla. Ni siquiera se despidieron.

    Por su parte, Brujilla, frente al árbol del Garoé, le rogó que le diera fuerzas y más vida.

    El árbol repondió:

―Me han dicho que no te comportas demasiado bien. Que maltratas y desprecias los valores de tus amigos que, aún sabiendo como eres, te aceptan. Sin embargo, te voy a dar una oportunidad. Bebe del agua que corre por mis ramas. Refrėscate, pero no te entretengas; vuelve rápido al Sabinar. Las fuerzas no te faltarán.

    El árbol del Garoé sacudió sus ramas fuertemente al tiempo que le gritaba: ―¡Vete ya!

    Pero, en esos momentos, ella sentía cómo el agua le caía y un escalofrío muy grande le recorría todo el cuerpo. Así estuvo muchos minutos. Cuando fue a buscar a los demás, se dio cuenta de que se habían marchado sin avisarle: ―¡No les perdonaré que no me hayan esperado! ―dijo bajito.

    En el Sabinar, la Sabina estaba preocupada. Habían pasado ya varias horas desde que Reyezuelo, Mosquitero, Chau Chau y Brujilla habían salido y… ni rastro de ellos! Tal vez habían regresado al bosque de laurisilva sin pasar por el Sabinar…

     Entonces, se dirigió a Mirlo que, entretenido, buscaba aquí y allá semillas:

― Mirlo, por favor, ve y busca a Brujilla.

― ¿Yo? ¡qué vaaaaaaaaaahhhh! El árbol del Garoė queda muy lejos, me cansaría. Además, ¿por qué tendría que ayudarla? Ella un día despreció mi canto.

    Entretanto, Verdilla, quien no había hecho caso de las advertencias de su amiga la Sabina y ni del árbol del Garoé, decidió visitar al Roque de la Bonanza, uno de sus lugares predilectos, un dique volcánico que sobresale de la superficie Marina y que ha sido esculpido por las olas. Se sentía tan a gusto que decidió recostarse un poco.

    Empezaba a caer la tarde. A Sabina, ya no le quedaban dudas: ¡algo había sucedido! Así que volvió a suplicarle a Mirlo:

―¡Por favor, por favorrrr!, no te dejes llevar por el resentimiento, mira que no es buen consejero.

    Tanto le rogó que Mirlo decidió buscar a Brujilla, aunque  siempre con la idea de vengarse de sus burlas y egoísmo.

    Sin saber cómo, Brujilla se había quedado dormida. Cuando se despertó, casi oscurecía. Sabía que, sin ayuda no llegaría, no llegaría al Sabinar y decidida llamó a viento:

― ¡Ochiissss, Ochissss! ¡Ayúdame, necesito de ti!

    Y allí llegó su amigo:

―¿Qué te sucede?¿Qué haces a esta hora fuera del Sabinar? ―preguntó Ochiissss muy preocupado.

―Después te cuento…Corre. Sopla fuerte y llévame rápido al Sabinar.

    Así, sucedió lo inesperado: las ráfagas de Ochissss que traían a Brujilla de vuelta sorprendieron a Mirlo en su vuelo. Este no pudo protegerse y fue disparado por los aires sin rumbo.

     Sin embargo, Brujilla llegaba viva y sana. Enseguida, Brujilla la regañó muy fuerte al tiempo que le preguntó por Mirlo. Ella le respondió que no lo había visto.

    Lejos de allí, en los alrededores de la Cueva de Jinama, el tubo volcánico situado en el borde superior de El Golfo, Mirlo reaccionaba con el amanecer. Frente a él tenía unos ojillos verdes que le anunciaban malas intenciones. Era un gato cimarrón dispuesto a caer sobre él al menor movimiento. Por suerte, por allí se encontraba en esos momentos Sátiro Moreno, la mariposa del pinar canario, quien había seguido a Mirlo sin perderle el rastro.

    Al verla, Mirlo le susurró (tuvo miedo de gritar, pues no quería inquietar al gato):

―¡Corre, Sátiro, busca ayuda!

    La mariposa, que sabía que Mirlo pasaba horas en el Sabinar, voló hacia allí con todas sus fuerzas. Su amigo corría un terrible peligro.

    Mientras tanto, en el Sabinar, el canto matutino de Mirlo no se oía ese día. En el momento en el que Sabina, preocupada, le insistía a Brujilla para que fuera a buscarlo, llegó Sátiro y, asustada, agitando sus alas, les contó lo que sucedía.

―¡¿Cómooooooo?! Pues vayamos volando respondió Brujilla, quien pensaba: “Voy a salvarlo y así me anoto un punto a mi favor.  El árbol Garoé al final me perdonará todas las que he hecho”.

    Una vez allí, Brujilla se enfrentó al gato y logró espantarlo a puro escobazo.

    Mirlo, ante el susto que había pasado, sólo sabía darle las gracias a Brujilla.

    Ya a salvo, en el sabinar, la voz sabia de Sabina se dejaba escuchar:

―¡Ejem, ejem!, ¿ves lo que te dije? El resentimiento no es un buen sentimiento. La vida te ha dado una gran lección, amigo.

      Mirlo sintió mucha vergüenza . La Sabina tenía razón. Hay que saber perdonar, pero sobre todo saber olvidar.

    Allí al pie de la Sabina más vieja del Sabinar de la isla del Hierro, nuestros amigos celebraban contentos que Mirlo había regresado sano y salvo.

    Y cuentan que, desde aquel día, la Brujilla Verdilla no dejaba de visitar cada cierto tiempo  al árbol sagrado de los bimbaches esperando un día su perdón…

GLOSARIO:

Bimbaches: nombre de los primeros pobladores de la isla El Hierro antes de la conquista del siglo XV.

Cuervo: pájaro de plumaje negro, pico cónico, grueso y más largo que la cabeza.

Cueva de Jinama: tubo volcánico situado en el borde superior de El Golfo, en la isla de El Hierro.

Garoé: árbol que condensa el agua de las nubes. En el Hierro fue vital en épocas de sequía. Fuente de leyendas para los bimbaches, es sagrado y estuvo relacionado con la divinidad de la lluvia.

Laurisilva: tipo de bosque presente en algunas de las Islas Canarias, que pervive desde hace 20 millones de años, formado por árboles de la familia de los laureles.

Mirlo: ave conocida por su melodioso canto, fácil de identificar por su plumaje oscuro y pico y anillo ocular amarillo. Su vuelo es ágil. En el suelo se desplaza mediante pequeños saltos.

Mosquitero: pájaro insectívoro pequeño de pico recto y puntiagudo.

Pinzón vulgar: ave pequeña, omnívora, que puede vivir tanto en bosques como en parques y jardines.

Reyezuelo: una de las aves más pequeñas de Europa. Verdoso, con una banda en la parte superior de la cabeza naranja en los machos y amarilla en las hembras.

Roque de la Bonanza: formación rocosa que se encuentra en la bahía de Las Playas en la isla de El Hierro. Se alza verticalmente 200 metros sobre el suelo oceánico y se ha convertido en uno de los símbolos representativos de la isla.

Sabina: arbusto o árbol pequeño, que forma los sabinares. En zonas ventosas, adquieren formas retorcidas.

Sabinar: formación vegetal de sabinas que dejan entre sí grandes espacios abiertos.

Sátiro moreno: mariposa capaz de camuflarse en los pinares gracias a su apropiada combinación de los tonos marrones y grisáceos de los troncos y las ramas de los pinos.

Paletas y pinceles

LETRAS CANARIAS

Gotitas de agua - JOSÉ ACOSTA

Artdeser - ESTEBAN RODRÍGUEZ

Reflexiones... y otros - LALI MARCELINO

Garabateando - ELENA PADRÓN

FRASES Y REFLEXIONES PARA AYER, HOY Y MAÑANA - ALBERTINE DE ORLEANS

Mi cuaderno de danzas - ISA HERNÁNDEZ

La magia del teatro - INA MOLINA

Amanece, que no es poco - ANGIE HERNÁNDEZ

Retratos de nuestros paisanos - JOSÉ LANTIGUA

Amar el amor - LANGE AGUIAR

El nido de la graja - EVA CASTILLO

El legado de los abuelos - TOÑI ALONSO

Desde mi balcón - JOSE LUIS REGOJO

Viajando por los versos - ROSA GALDONA

Alfarero de versos - EDUARDO GARCÍA

Memorias con historia - GLORIA LÓPEZ

Miscelánea tradicional - MOISÉS RODRÍGUEZ

Palabras del alma - BALBINA RIVERO

Contando canciones - MATALE AROZENA

Las retahilas de Candi - CÁNDIDA MEDINA

Hablando de amigos… - LUIS ALBERTO SERRANO

Sección infantil: Arcoiris de cuentos - TANIA RAMOS

Fuente de poetas

Fogata de relatos

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