MÁS ALLÁ DEL MAR

Autora: Vilma Lehmann Serrano

Mamá le preparaba cada mañana la ropa a papá como le habían enseñado. Papá estaba emocionado, hoy le tocó su traje favorito… el oscuro. Lo veo verse con ojos de estar contento, se arregla el pelo crespo y sus bigotes negros, entonces, recuerdo el pelo rubio de mamá tan suave y liso que ella sujeta con un pequeño lazo de lado. Así está en la foto de la sala.

Papá se ha terminado de arreglar, se retira un poco y se ve desde lejos en el espejo, me mira mirarlo y me pregunta si se ve bien. Yo le digo que está elegante, porque así dice mamá cuando hojea el álbum con fotos que a mí me gusta tanto mirar.

Papá tiene la voz fuerte y oscura. Oscura como pozo profundo. Cuando canta su voz se oye en toda la cuadra, sobre todo, al anochecer cuando sólo se oyen las ranitas del jardín. Él canta canciones antiguas que hablan de amor.

Mamá también canta, pero las canciones de mamá son alegres como las de abuela que nació en España. Mamá nos mostró el país de la abuela en el mapa que está en el libro de geografía. Para llegar a la tierra de la abuela hay que atravesar la franja azul del mar que es distinta al azul del cielo, y el país es de color verde. Abuela siempre nos habla de los amigos, de los olores, de las comidas; sus manos recorren las láminas de colores de los mapas: aquí las montañas (hacia el norte) y allá los ríos con nombres bonitos: Guadalquivir, Tajo, Duero, Ebro, pero sobre todo nos habla de esos pequeños puntos al oeste de África donde pasaron su luna de miel, entre playas y volcanes llamadas las Islas Canarias. Pero después de la alegría siempre viene la tristeza y abuela llora porque sabe que no podrá volver. Son demasiados años, demasiados hijos, y recuerda cuando el abuelo le habló por primera vez de un país que quedaba más allá del mar.

La casa es grande, con zaguán y ventanas hacia la plaza. Hay un patio en el centro con árboles de mango y guanábanas que caen en la noche, sobre todo si llueve. Las habitaciones dan hacia el patio y cuando la brisa sopla, trae los olores de las frutas y de las flores de azahar que inundan toda la casa. Después del patio viene el corral. El corral es nuestro mundo, sin límites, con montañas y ríos en donde pescamos sapitos redondos con colitas, como las notas del cuaderno de música que abuela tiene sobre el piano. Mamá también toca el piano pero lo hace sin cuaderno porque no sabe lo que dicen los sapitos.

Las horas que más nos gustan a todos los hermanos son las horas del atardecer cuando vemos que el sol se va detrás de las montañas, sabemos que es la hora de volver; es la hora de los cuentos de mamá. 

Sus cuentos son conocidos por todo el pueblo, a la casa vienen cada vez más niños a oírlos y también a verlos, porque mamá se disfraza de acuerdo al cuento que va a contar. A veces es un pájaro, como el cuento de hoy, otras veces es una princesa. Un día se vistió de hombre con el traje de capitán del abuelo, ese día el abuelo se puso bravo y no le hablo a mamá por muchos días. Abuela dice que mamá se parece al abuelo, que siempre está soñando y debe ser verdad, porque el abuelo también oye los cuentos y ríe con nosotros y llora porque mamá a veces cuenta cuentos tristes.

Abuela también soñaba, pero soñaba a través de los sueños del abuelo. Abuelo conocía muchos países y había estado en muchos lugares, pero “América era el paraíso”. Nunca había visto pájaros tan hermosos; árboles tan espesos que el sol no podía atravesarlos, que la tierra siempre estaba húmeda y oscura debajo de ellos; flores de mil colores que la brisa esparcía por las calles, sobre los techos de las casas y sobre los mismos árboles; y así se vinieron. 

Primero nació la tía Ana, luego Manuel, después Carmen y así siguieron hasta completar 12 hijos. Unos murieron y otros siguieron creciendo y a su vez se casaron, como mamá, y tuvieron otros hijos como yo.

En navidad los tíos vinieron a visitarnos y ya no cabíamos en casa, se guindaron hamacas en los corredores, algunos niños fuimos a dormir con los vecinos. Mamá ya no contó cuentos por esos días y los abuelos estaban contentos y reían por cualquier cosa. Abuelo nos hizo muchos barcos de papel que navegaban en la fuente de la plaza y hablaba tanto como yo no recordaba haberlo oído. Pero cuando todos se fueron la casa volvió a quedar en silencio, abuelo ya no habló más. El ahora se mece en la mecedora mirando siempre hacia el patio, hacia la montaña. Tal vez sueña calladito con la franja azul y el país verde.

Han pasado muchos años, yo vivo en el país de mis abuelos, al que ellos no lograron regresar.

Cuando el domingo 25 de mayo fui a votar democráticamente, después de 20 años, me sentí ciudadana, y supe que este es mi hogar y esta mi bandera, que ya no tendrá siete estrellas sino ocho islas.

Paletas y pinceles

LETRAS CANARIAS

Gotitas de agua - JOSÉ ACOSTA

Artdeser - ESTEBAN RODRÍGUEZ

Reflexiones... y otros - LALI MARCELINO

Garabateando - ELENA PADRÓN

FRASES Y REFLEXIONES PARA AYER, HOY Y MAÑANA - ALBERTINE DE ORLEANS

Mi cuaderno de danzas - ISA HERNÁNDEZ

La magia del teatro - INA MOLINA

Amanece, que no es poco - ANGIE HERNÁNDEZ

Retratos de nuestros paisanos - JOSÉ LANTIGUA

Amar el amor - LANGE AGUIAR

El nido de la graja - EVA CASTILLO

El legado de los abuelos - TOÑI ALONSO

Desde mi balcón - JOSE LUIS REGOJO

Viajando por los versos - ROSA GALDONA

Alfarero de versos - EDUARDO GARCÍA

Memorias con historia - GLORIA LÓPEZ

Miscelánea tradicional - MOISÉS RODRÍGUEZ

Palabras del alma - BALBINA RIVERO

Contando canciones - MATALE AROZENA

Las retahilas de Candi - CÁNDIDA MEDINA

Hablando de amigos… - LUIS ALBERTO SERRANO

Sección infantil: Arcoiris de cuentos - TANIA RAMOS

Fuente de poetas

Fogata de relatos

Novedades literarias