TYCHO Y LA MANGOSTA

Tycho se había encaprichado ahora en ir a ver a Manatí. Hacía ya días que había nacido su hijo y él no lo había podido ir a ver.

En la Laguna le aconsejaban que lo dejara para otro día, pero todos los que conocemos a Tycho sabemos lo testarudo que es.

-Te digo que no vayas, mira que conozco el monte mejor que tú, los animalitos están inquietos, el aire anuncia tormenta -le decía Nenúfar.

Hasta Chipojo, que no sabe ser amigo de nadie, se lo decía esta vez.

-Tycho hazle caso a Nenúfar, a ver qué vas hacer solo por ahí si te coge una tormenta, bueno como a ti te quiere todo el mundo... seguro que si te pasa algo corren a salvarte.

-Chipojo -le decía Tycho- ¿por qué eres así de amargado y envidioso?

Chipojo no respondió.

Pero Tycho no escuchó a nadie y emprendió vuelo.

Después de mucho volar bajó al río a beber agua y refrescarse un poco. Le gustaba bañarse en el río, sus aguas tranquilas y algo más frías que las del mar le gustaban y mucho, además le encantaba el olor a  las pomarrosas y comer sus frutos.

Al poco tiempo, se dio cuenta que el cielo estaba ennegrecido. Una tormenta se acercaba. Rápidamente buscó donde guarecerse. En la cercanía, encontró una cueva. Los truenos empezaron a oírse unos tras otros. Ahora se arrepentía de no haber oído el consejo de su gran amigo Nenúfar que siempre quería el bien para él, siempre tratando de  evitarle los problemas y él encaprichado en seguir sus instintos.

Cansado y lleno de miedo, Tycho logró acurrucarse en aquella extraña cueva diferente a todas las que él conocía, solo el temor a la tormenta lo hizo imaginar que era un buen refugio. Sí, porque recordamos el miedo de Tycho a las tormentas ya que una le hizo emigrar con sus padres a  la Laguna. En pocos minutos, el sueño lo venció. No supo cómo se despertó, de lo que si estaba seguro era del inmenso peligro que corría.

Afuera había un animal desconocido para él. De cuerpo alargado con una dentadura que nada tenía que envidiarle a un perro jíbaro, con movimientos ágiles de pelaje áspero y color canela grisáceo, se paseaba alrededor de la cueva. 

De pronto le dijo a Tycho:

-¡Qué suerte la mía! Serás un manjar delicioso. Te devoraré en minutos y después me acostaré a reposar. De ti, no quedará ni el recuerdo.

Para ganar tiempo y cómo salir de aquella situación tan peligrosa para él, Tycho le dijo:

-Nada más piensas en comerme y ni siquiera me has dicho quién eres. ¿O acaso no me lo puedes decir?

- Soy una Mangosta -respondió oronda y continuó- soy de Jamaica. En fin, soy lo que se dice un animal exótico. Me trajeron de mi país con el fin de combatir plagas que ocasionaban daños severos a las plantaciones y cañaverales, pero fue un gran error.

-¿Por qué?- preguntó Tycho intrigado.

-Soy de hábitos diurnos y los roedores de hábitos nocturnos. ¿Qué te parece? Dime, ¿soy o no soy importante?                                                                      

-Eres sencillamente arrogante -respondió Tycho tratando ocultar su indignación. 

La Mangosta respondía ahora furiosa:

-Yo no tengo la culpa de que gente irresponsable me haya traído desde mi Jamaica querida. Y ahora prepárate, no hay más que hablar. Caeré arriba de ti en pocos instantes. Tengo mucha hambre y tu carne es exquisita, sentenció la Mangosta. 

Sucedió en ese momento que cerca de allí la Jutía, que siempre vigilaba  a la terrible carnívora pues le temía y sabía de su agresividad, se dio cuenta de que algo anormal estaba sucediendo.

Se acercó con cautela a la cueva. Fue entonces cuando descubrió la situación en que se hallaba Tycho. Intentó ayudarlo, pero ella sola no podría y su miedo era muy grande.

Sin  demora y conociendo el peligro que corría el pato decidió buscar ayuda.

Por su parte, Tycho continuaba enfrentando a la Mangosta. De pronto, se le ocurrió una genial idea. Se trataba de una broma que le habían hecho una vez y no lo pensó dos veces:

-¿Sabes una cosa? -le preguntó a la Mangosta pícaramente.

-Dime rápido Huyuyo, no puedo perder más tiempo contigo:

-¡No tan deprisa, no tan deprisa! Quizás salgas ganando de este encuentro para toda la vida. ¡Ahhh! Y no me digas más Huyuyo, que yo tengo mi nombre. Me llamo Tycho, por favor, si no te es molestia -y continúo-  dime, ¿Nunca te han dicho que pudieras ser la Reina de los animales si tuvieras mayor tamaño?

-¿Cómo es eso? -gritó muerta de curiosidad- explícate mejor.

-Pues nada, crecer más.

-¿Y cómo lo puedo lograr? -quiso averiguar la Mangosta que casi se le olvidaba comerse a Tycho.

En este momento nuestro amigo había oído a su compañero, el Cenzontle avisándole de su presencia, entonces le contestaba a la Mangosta:

-En el monte hay una hierba que todo el que la come crece más; para encontrarla debes preguntarle al Cenzontle.  

Por su parte el Cenzontle que había venido en ayuda de Tycho avisado por la jutía, hacía rato estaba oyendo la conversación y se prestó para despistar al temible animal.

A la  Mangosta por su parte le fascinó la idea y decidida salió en busca del Cenzontle para que la ayudara a encontrar la famosa hierba. Su deseo de poder, venció su hambre.

A Tycho solo le quedaba ver cómo salía de aquel agujero, sus alas no podían ayudarlo a volar en aquel lugar, pero la suerte no lo abandonó. Sin demora, llegó la jutía que había avisado del problema  al conejo y al agutí, que enseguida se ofrecieron de buena voluntad ayudar.

El conejo, más rápido que la jutía, buscó al venado. Se le ocurrió que con su tamaño, fuerza  y tarros, su ayuda sería determinante.

Entre todos fabricaron una Cabuya de Henequén al estilo de los aborígenes, la tiraron dentro de la cueva y unos de sus extremos cayó cerca de Tycho quién la agarró fuertemente con su pico mientras que el otro extremo lo ataron fuertemente a los tarros del venado.

Entonces tiraron con fuerza  hasta sacar a Tycho de aquel lugar. Todo fue muy rápido, la Mangosta podría regresar en cualquier momento y además muy furiosa, al descubrir la burla de la cuál había sido objeto por su ignorancia y soberbia.

Por su parte Tycho y sus amigos se abrazaron contentos. Entonces todos le preguntaron que así por allí y él les respondía que quería ir a  ver a Manatí que había tenido un crío, pero que lo sorprendió la tormenta.

-¡Ufffff¡ Qué susto he pasado, pensé que iba a ser devorado por la Mangosta. Gracias a ustedes me salvé de una buena- decía Tycho a sus amigos.

Nuestro Huyuyo retornaba a la Laguna, no se podía perder tiempo, la Mangosta estaba al regresar. Seguro del apoyo y el valor de sus amigos deseándole mucha suerte y larga vida se despedía de ella.

Cuentan los animalitos del Monte Cubano que la Mangosta al regresar se puso muy furiosa al descubrir la burla. Entonces, buscó y buscó, se lanzó al río para cruzar al otro lado del monte a ver si encontraba a Tycho, pero el río estaba muy crecido por las aguas de la tormenta y la corriente la arrastró. Nunca más se supo de ella.

Una vez más, la fuerza de la amistad triunfaba en el monte cubano.

FIN

VOCABULARIO:

-Aborigen: Nativo, originario, indígena, natural, no introducido ni naturalizado.

-Cabuya: son cordeles de algodón, henequén, majagua o cualquier otra fibra.También de la pita con la que se fabrican cuerdas y tejidos.

-Cenzontle: Conocido también como Sinsonte norteño es un ave nativa de América del Norte, América Central y el Caribe. Se le conoce como el pájaro de las 400 voces. Imita muchos sonidos, el de otras aves animales silvestres, el maullido de un gato, el silbido del ser humano, o incluso máquinas y herramientas.

-Cueva: Caverna, gruta, cavidad oquedad guarida, foso, guarida, cavidad subterránea. 

-Laguna: Lago pequeño. 

-Manatí: Mamífero sirenio de unos cinco 5 metros de longitud. Es un animal herbívoro que vive generalmente en las aguas salobres. Se encuentra casi extinguido. 

-Nenúfar: Planta acuática, abundante en Ríos y Lagunas. Recibe ese nombre por vivir en el agua igual que las Ninfas de la Mitología y los poetas.

-Pomartosas: Árbol que crece en los márgenes del río y arroyos y en las Sabanas húmedas. Sus flores son grandes, con numerosas estambres de 3 a 4 cm de largo, de color blanco. Los frutos son de color rojo brillantes en forma de pera y sin comestible, su olor recuerda al de los pétalos de rosa.

Trueno: Ruido que sigue al rayo.

© Tania Ramos Morales

Desde mi balcón - JOSE LUIS REGOJO

El rincón de Tehonón - Félix Díaz

Contando canciones - MATALE AROZENA

LETRAS CANARIAS

Miscelánea tradicional - MOISÉS RODRÍGUEZ

Amar el amor - LANGE AGUIAR

Memorias con historia - GLORIA LÓPEZ

Hablando de amigos… - LUIS ALBERTO SERRANO

FRASES Y REFLEXIONES PARA AYER, HOY Y MAÑANA - ALBERTINE DE ORLEANS

Volando con las palabras - Cristina García

Mi cuaderno de danzas - ISA HERNÁNDEZ

El legado de los abuelos - TOÑI ALONSO

Palabras del alma - BALBINA RIVERO

Retratos de nuestros paisanos - JOSÉ LANTIGUA

Sección infantil: Arcoiris de cuentos - TANIA RAMOS

La magia del teatro - INA MOLINA

Tradiciones - ISABEL GONZÁLEZ

Bajo un nudo en la garganta - ANA GUACIMARA HERNÁNDEZ

Viajando por los versos - ROSA GALDONA