Caricaturas, papel y tinta (NUEVA SECCIÓN)

Antoñito el farero

 "En un tiempo, la voz humana también era extraña en la isla de Lobos, hasta para los burros". (#AntoñitoElFarero) Antonio Hernández Páez nació en la isla de La Graciosa en 1913, más conocido como Antoñito El Farero. Ha sido uno de los personajes más entrañables que ha vivido en Corralejo.

Antoñito el Farero, nacido en el seno de una familia de gentes de la mar. Sus abuelos junto con otros linajes del norte de Lanzarote fueron los primeros en asentarse, de forma permanente, en la octava isla. Tal desplazamiento de personas estuvo motivado por la instalación de las factorías de salazón y secadero de pescado: “Sociedad Anónima de pesquería canario-africana”, que Ramón de Silva Ferro levantó a finales de 1880 en La Graciosa.

El 23 de agosto de 1876 se le concedió a Ramón Silva, por Real Orden, buena parte de la isla de La Graciosa para establecer allí su industria de salazones. En Agosto de 1884 Ramón Silva junto con su hijo y otras personas perecieron en el mar. El barco en el que viajaba fue envestido por un gran buque americano. Meses más tarde se disolvió la sociedad y la factoría cerró. Es en ese momento cuando los trabajadores de la factoría decidieron quedarse a vivir en la Graciosa dedicándose a las faenas de la mar.

Antonio Hernández Páez pasó su infancia y juventud entre La Graciosa y Alegranza. Fue precisamente en este último islote donde conoció la labor de auxiliar de torrero. La escasez de personas que conocieran el oficio de farero unido al fallecimiento del torrero suplente del islote de Lobos, Eusebio Doreste Betancort, propició que nombraran a Antonio Hernández Páez como auxiliar de farero en Lobos, en 1936. Y allá que marchó el graciosero con su familia, al solitario islote con su centinela: El faro de Martiño.

Antoñito el Farero fue el personaje más popular del islote de Lobos durante más de 50 años, y el último titular del faro de Martiño. Vivió en la isla con su mujer y sus ocho hijos, dos de los cuales nacieron en el propio faro. Son numerosas las anécdotas que se cuentan sobre este personaje que ejerció como farero hasta el año 1968. Aún se recuerda por el caldo de pescado que ofrecía a los escasos visitantes, que llegaban al islote, en su casa convertida en esporádico restaurante.

Vivir en Lobos era toda una aventura. Máxime si tenemos en cuenta que no contaban con asistencia médica cercana, y que Corralejo se encontraba, a veces, a varias horas de camino. Antes, cuando sucedía algo en el islote, sus escasos habitantes construían una hoguera para que se supiera desde Corralejo, que allí pasaba algo grave. En más de una ocasión el auxilio llegaba con retraso. Cuenta el médico Arístides Hernández que una de esas veces fue cuando Juanita, la mujer del farero, se puso de parto. El día en cuestión y a pesar de que el “toque a rebato” en el islote se dio temprano, cuando el doctor, la partera y otras gentes del pueblo llegaron a Lobos, la hija del farero (Carmen) ya había nacido. Algunos médicos que frecuentaban la isla instruyeron a Antoñito en lecciones básicas de cirugía. Más de un visitante de la isla de Lobos recibió primeros auxilios de manos de Antoñito. Se atrevía a curar heridas sangrantes, golpes, torceduras y alguna que otra fractura. Otra de las anécdotas la recuerda Paco Montesdeoca, periodista grancanario que daba el tiempo en TVE y visitante asiduo de Lobos: “Su burro se acostumbró a escuchar a la gente, y aunque El Farero le ordenara trote, el animal iba al ralentí cuando escuchaba hablar. En un tiempo, la voz humana también era extraña en la isla de Lobos, hasta para los burros.” Bueno, el burro era toda una atracción turística. Era capaz de abrir, con sus dientes, las botellas de cerveza sin tragarse la tapa.

Tras la muerte del farero, nadie vive en este tranquilo islote, siendo las únicas edificaciones del lugar antiguas chozas de piedra seca construidas por los pescadores de la zona y un restaurante que fundó el propio farero, y que actualmente regentan sus descendientes. El último farero de Lobos fue invitado a participar en el mítico programa de T.V.E. La Clave, que estaba dirigido por José Luis Balbín. El 3 de junio de 1978 toda España conoció a Antoñito el Farero. Era la emisión nº 55 de La Clave. El tema a tratar esa noche era “Toda la Soledad” En 1999 Antoñito el Farero fue distinguido con la medalla de plata de los Premios Importantes del Turismo. Uno de sus nietos lo recogió en su nombre. El evento se celebró en el Salón Maxorata del Hotel Fuerteventura Playa Blanca, de Puerto del Rosario.

Antonio Hernández Páez, Antoñito el Farero, murió en 2001. Como homenaje a este singular personaje uno de los colegios de Corralejo recibe el nombre de CEIP Antoñito El farero, también una calle nos recuerda su figura.


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