Olivia Stone en 1884 “ vamos a visitar la perla de Gáldar, sin que lo sepan ellos"

Desde que comencé en esto de las tradiciones y el folclore, hace ahora más de 20 años y siendo prácticamente un niño, siempre escuché hablar de un trabajo literario de una escritora y viajera inglesa que pasó por Canarias en el siglo XIX y escribió sobre nuestras islas. Con el paso de los años y después que empecé a realizar el programa "Entre Chácaras y Tambores", el cual es mi escuela perpetua, logre averiguar el nombre de la escritora y el título del libro.

El trabajo literario fue escrito en 1887 bajo el título “Tenerife y sus seis satélites”, el cual posee dos tomos, su autora Olivia Stone nos cuenta en él como era la forma de vida en nuestro archipiélago en aquel entonces. Desde que me enteré del título y autora empecé como loco a buscarlo para comprar la obra, hecho este imposible, primero porque las librerías no tenían ejemplares disponibles, y segundo porque en las webs de artículos usados los precios podían alcanzar hasta los 400 € en versión original, o sea en Inglés, ya que como cosa curiosa, el Cabildo de Gran Canaria en 1995 pagó la edición y la traducción de los dos libros. Hecho este que fue todo un acierto por parte de la entidad insular.

Aunque la búsqueda de los libros duró años, no fue hasta el año 2018 cuando conseguí que llegaran hasta mí, eso sí, después de gastarme la caradura de pedírselos a alguien, que en aquel entonces estaba vinculado a la cultura de la isla, sin dudarlo un segundo, me comentó que no había problema y que cuando los tuviera me avisaría, y así fue. Aprovecho la ocasión para agradecer nuevamente el gesto que tuvo conmigo.
Durante estos años no he tenido lugar para dedicarle tiempo a la lectura, ya que he estado liado en otros quehaceres. Entre los dos tomos suman más de 1000 páginas, por lo que hay que tener un tiempo considerable para leerlo. Debido a la alarma sanitaria que sufrimos en el año 2020, y la poca actividad de entretenimiento que había en casa, me propuse conocer lo que Stone había plasmado en tan preciado y aclamado trabajo literario.

Olivia Stone llega el miércoles 5 de septiembre de 1884, desembarca en Santa Cruz de Tenerife con la intención de conocer todas nuestras islas antes de las navidades del mismo año, pero como el hombre propone y Dios dispone, no pudo visitar las islas en el tiempo previsto y así volver a Inglaterra, por ello prolongó su estancia hasta el sábado 16 de febrero de 1895, partiendo desde Tenerife a Inglaterra.

Este trabajo literario trae una introducción de otro autor, la cual he considerado no leer hasta escribir este artículo, ya que podría condicionar mi opinión personal sobre dicha obra.

Muy ilusionado comencé a leer el primer tomo que trata de las cuatro islas más occidentales, Olivia hace, con mucho esmero y delicadeza, todos los relatos, eso sí, sin dejar atrás sus aportaciones personales y sin dejar de comparar nuestras islas con su adorada Inglaterra, muchas de esas comparaciones eran para la prosperidad de nuestra tierra, pero no sin poner a su tierra como ejemplo grandioso. Es más, se atreve a comprar a Guía y Gáldar con Sodoma y Gomorra por el simple hecho de estar en suelo volcánico.

Volviendo al cauce de su vista a Tenerife, La Gomera, El Hierro y La Palma, debo decir que me parece un estupendo manual del pasado, que posee todo lujo de detalles, desde cómo se vivía, qué se comía, cómo se vestía, cómo era la arquitectura, fiestas tradicionales, creencias, etc., en fin, todo lo que nos identifica como pueblo, muchas de esas cosas han llegado hasta nuestros días. Es más, si conoces dichas islas hay sitios que nombra la inglesa, cuya descripción sigue siendo válida en la actualidad.

Sin lugar a dudas, Oliva Stone pone en valor constantemente nuestra cultura indígena, hecho este bastante significativo, sobre todo porque es capaz de poner en valor la bondad, el civismo, la casta y la palabra como compromiso, etc., en definitiva, la gran estirpe que fueron los guanches y los antiguos canarios. Cabe destacar que en esa época ella hacía especial énfasis en resaltar que la raza indígena había llegado hasta finales del siglo XIX, de igual forma apreciaba los grandes recursos de esta tierra y de como la bandera española nos había, en cierto modo, perjudicado. 
Con cierto patriotismo deja caer que la bandera Inglesa le hubiera quedado mejor a nuestras islas, quizás tenía razón, ya que muchas de las necesidades de hace más de un siglo, siguen siendo las de hoy día.

Afronté la lectura del primer tomo bastante entusiasmado, por la cantidad de detalles y cosas que contó en sus múltiples relatos, pero estaba deseoso de llegar al final, para poder comenzar a leer el segundo, que es el que habla de Gran Canaria, Lanzarote y Fuerteventura, lo que más ilusión me hacía era, sobre todo, leer su paso por Gáldar.

Debo confesar que el segundo tomo me ha emocionado, ya que empieza con un relato sobre la historia de la conquista de Gran Canaria, después de uno de los múltiples intentos de conquista de la isla de Gran Canaria, escribe lo siguiente: “Después de pasar los españoles y portugueses, con Silva al mando, dos días y noches sin poder comer ni salir de donde los tenían acorralados los canarios. Una mujer que sabía hablar los dos idiomas, le dijo a Silva que los iban a matar a todos y que la única oportunidad de salir con vida era rendirse. Lo hicieron con la condición de que les perdonasen la vida. Los nativos, naturalmente enfurecidos con sus invasores no querían perdonarles la vida, pero el Rey de Gáldar los convenció para que fueran clementes. Los españoles y portugueses depusieron sus armas y el Rey abrazó a Silva y los llevó a Gáldar, donde residía, muy posiblemente, en la cueva que allí vimos. Se les dio comida a todos y después fueron escoltados hasta sus barcos. Éste es uno de esos episodios que demuestran la gran humanidad de sus habitantes. El camino a la costa los llevó por un sendero estrecho junto a un alto precipicio. Los invasores pensaron que habían sido traicionados y que los iban a arrojar al precipicio, y expresaron sus temores. Los nativos se sintieron muy ofendidos. Sin embargo, el Guanarteme no respondió a esta causa, sino que le pidió a Silva que se agarrase a la falda de su vestido, que él le conduciría hasta abajo; también ordenó a sus hombres que ayudasen de la misma manera a los europeos, y así bajaron todos, sin sufrir daño alguno, hasta el fondo”.

Hace algunos años escribí, sin conocer este acontecimiento, unas coplas de folías que titulé Folías al Gayre:

"De los antiguos canarios

su esencia la heredamos,

casta noble de los gayres

en nuestra gente la hallamos".

Con mucho entusiasmo e ilusión seguí leyendo, ya que su paso por Gáldar estaba muy cerca y dice lo siguiente: “Era el viernes 8 de noviembre de 1894. “La zona de Gáldar es de gran interés, especialmente la cueva de la bella Andamana, cuya historia podría ser la base de una deliciosa novela romántica.

Está era la cueva que estábamos tan ansiosos por ver y a donde, acompañados por la gente más importante de la ciudad, nos dirigimos a continuación. De camino nos detuvimos unos momentos en la casa del alcalde, donde nos ofrecieron vino y galletas, y su esposa e hijas también nos acompañaron a la cueva. Tras cruzar un pequeño solar perteneciente a una finca, descubrimos a varios hombres trabajando aún en la cueva, intentado dejar libre una entrada. Aparentemente cuando D. Rafael envió a su mensajero a Gáldar, reunieron a unos hombres y, tan pronto como se hizo de día, comenzaron a limpiar la cueva. La habían cubierto con tierra para protegerla porque el ganado la utilizaba y las pinturas de las paredes y del techo se estaban estropeando. Sin embargo y lamentablemente, no creo que mejore su estado cubriéndola con tierra y limpiándola después. Fueron extremadamente amables todos aquellos que se tomaron la molestia de prepararlas para que pudiéramos verla. Claro está, no hubo tiempo suficiente para vaciarla completamente, aunque habían abierto un pasillo por debajo del nivel del suelo, no por la entrada principal, y habían limpiado el interior de modo que se podía entrar agachados para luego sentarse. La abertura de entrada tenía cuatro píes y seis pulgadas de ancho por tres píes de alto, y cerca de ella habían colocado, muy gentilmente, una silla para mí, pero me pareció mejor sentarme en el suelo ya que el aire en la parte superior de la cueva estaba enrarecido debido a la cantidad de gente que había reunida allí dentro y tuvimos que andar agachados para poder ver las pinturas. La cueva principal era casi circular y tenia, donde pude medirla, dieciocho píes de diámetro. Es posible que las paredes fueran más estrechas por arriba, y que el piso, si hubiera estado limpio, fuese mayor. Otra cueva, a la derecha de esta también está pintada. Las pinturas están en secciones, cubriendo casi toda la cueva en tramos de diez pulgadas de ancho. El techo está cuadriculado, como un tablero de ajedrez, con líneas blancas que cruzan los cuadrados diagonalmente, más abajo tiene unos círculos rojos de dos anillos, el exterior de diez pulgadas de diámetro, y después hay triángulos que encajan uno en otro, teniendo la base de uno el vértice del otro, estos están pintados alternativamente de negro y rojo. La hilera inferior está formada por un zigzag doble con las puntas o vértices a cada extremo. El espacio entre líneas está pintado de rojo pero los espacios inferiores son blancos. Bajo estos hay unos cuadrados divididos por líneas blancas, los cuadrados son alternativamente rojos y negros. Vimos dos dibujos más, uno con cuadrados, cruzados de lado a lado por una línea, con la parte superior negra y la inferior roja y, sobre una piedra, vimos también unas líneas rojas, con uves invertidas, paralelas. Sin duda existían otros dibujos en el piso, pero claro está, no podíamos verlos. Tanto la  temperatura como el aire enrarecido se hicieron finalmente tan inaguantables que nos vimos obligados a retirarnos para evitar sofocarnos. Dentro teníamos velas para iluminarnos porque no entraba suficiente luz solar.

La sensación principal con que abandoné la cueva fue de indignación ante el hecho de que no hubiera nadie con el suficiente sentido cívico de conservar para la posteridad esta antigua reliquia histórica. Mientras regresábamos lentamente hacia la plaza para recoger nuestros caballos, formando una larga procesión, me acerqué al alcalde y le pregunté a quien pertenecía el terreno donde estaba la cueva. “Solo a un pobre hombre”, me dijo. Le contesté que era una gran pena que se permitiese que un lugar así fuese mal utilizado o cerrado, que la carretera pronto estaría terminada y que llegarían visitantes a la isla deseosos de ver aquella cueva. Le sugerí que la ciudad debería comprar pronto la cueva mientras todavía pudiera hacerse a un bajo precio, que después deberían limpiarla completamente y cerrarla con cancelas por fuera, que si cobraba una pequeña entrada, digamos, un real, el lugar se podía mantener en buen estado y que, además, se necesitaba a alguien para que estuviese siempre a mano para que sirviese de guía cuando fuese necesario. El alcalde me escucho atentamente con la cabeza inclinada mientras le suplicaba amablemente que conservara la cueva e intentaba que pareciese tan fácil de llevar a cabo que resultase atractivo tanto para los bolsillos como para el orgullo de los habitantes.

Cuando hube terminado, el alcalde levantó la cabeza, me miró y dijo solamente “Se hará señora”. Le agradecí su amable atención aunque dudé si mantendría su decisión después de mi marcha”.

El paso de Olivia Stone por Gáldar se completó; con una fugaz visita a la iglesia de Santiago, con una breve mención: a la plaza de Santiago, la fuente y al puente de los Tres Ojos, que en aquel año se empezó a construir y con gran admiración describió nuestra montaña, que desde aquella época es un símbolo de nuestro municipio, cerró sus relatos de la vieja Agáldar.

La verdad que después de leer lo poco que cuenta de Gáldar me llevé un gran chasco, ya que esperaba encontrarme con datos más curiosos como: cantos, bailes, formas de vestir, etc.

Quiero destacar la ausencia de dos símbolos del municipio, ya que siguiendo lo que ella ha destacado en sus descripciones anteriores, me sorprende que en sus crónicas no mencione ni el Drago centenario, que por aquel entonces tenía más de 160 años, y la Sociedad de Fomento y Recreo de Gáldar, fundada en 1847, ubicada en la sala Sábor de las Casas Consistoriales hasta 1943, año en que pasa a su actual lugar, en la calle Larga.

Debo confesar, que tras el paso de la inglesa por Gáldar perdí el total interés por lo que quedaba del libro, ya que bajo mi punto de vista, fue una oportunidad histórica para plasmar cosas referentes a nuestros vecinos y ciudad, a pesar de todo terminé de leer el segundo tomo.

Sin querer formar polémicas y menospreciar el gran trabajo que ha llegado hasta nuestros días, creo que cuando llegó a nuestra provincia lo hizo ya algo cansada por tanto viaje. Siendo objetivo y aunque recalca que no tenía muchos conocimientos de nuestras islas antes de llegar a Canarias, creo que sentía una especial predilección por Tenerife, isla que visita hasta en tres ocasiones diferentes, por motivos de enlaces navales. 

Olivia Stone, fue una mujer con visión de futuro y con gran capacidad para analizar situaciones a las que nadie solía dar importancia, además de tener una gran predilección por nuestra cultura indígena y nuestras islas, se quedó maravillada y sin lugar a dudas supo valorar todo lo que nos identifica como pueblo.

Aunque me reitere en que pasó por Gáldar sin pena ni gloria, en referencia a lo que personalmente me esperaba, no hay que dejar de reconocer que ella también contribuyó a que nuestra “perla”, que es La Cueva Pintada, sea hoy un gran parque arqueológico y un reclamo turístico como bien predijo. Esta afirmación viene dada porque meses después de su paso por Gáldar, el periódico Las Palmas publica, que el Ayuntamiento de Gáldar había comprado la cueva, procediendo luego a limpiarla y cerrarla, quedando Olivia muy sorprendida y sintiendo que su visita a Canarias, al menos había tenido una consecuencia útil.

Quizás este hecho fuera conocido por muchos, pero supongo que por tantos otros no, por ello quiero resaltarlo y sobre todo poner en conocimiento este acto tan significativo y poco valorado por nuestro pueblo, y digo poco valorado, porque no hay nada que resalte su aportación por, simbólica que fuera, al desarrollo indígena, cultural, turístico, económico, etc, de nuestra ciudad.

Gracias Oliva Stone, seguro que algún día, de una forma u otra, Gáldar sabrá agradecerte tu gran consejo de hace ahora casi 140 años.

Folias al Gayre G.F. Sábor de Gayres y Los Cabuqueros

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