Tycho, Guacho y Criollo

 A mi nieto canario José Luis en su octavo cumpleaños.

“(...)Ni el mismo viento lo podía alcanzar 

 cuando se lanzaba al galope.”

                          Elíseo  Diego.

Empezaban las vacaciones. Guacho decidió buscar a  Tycho el huyuyo. Con suerte llegaba a La Laguna en buen momento. Allí se encontraba dándose un chapuzón.

–Tycho, ¿quieres ir conmigo a La Cautiva?

–¡Uyyyyy!, ¿con este calor? –Tycho se sentía muy a gusto en su Laguna.

–¡Vamos, amigo, anímate!

–¿Se puede saber a qué?

–Ya te contaré por el camino.

Después de despedirse de Nenúfar, Tycho emprendió camino con su amigo y compañero de travesuras.

La finca La Cautiva estaba cerca de La Laguna donde había muchos animales, especialmente caballos.

–Quiero que veas un caballo nuevo que han traído a la Cautiva –le dijo Guacho a Tycho.

Guacho adoraba a los caballos, pero su abuelo Ñico no lo dejaba tener uno.

Al llegar a la Cautiva, Tycho quedó sorprendido. Aquel lugar estaba lleno de caballos. Algunos bellísimos.

Guacho, muy despacito, casi sin moverse, se acercó a Criollo, el caballo que traía a Guacho sin dormir. Logró acariciarlo y se quedó muy tranquilito mirándolo a los ojos.

Tycho, temeroso de que alguien los descubriera, le decía una y otra vez a su amigo que saliera de allí.

Guacho hizo caso.

–Tengo que convencer  a mi padrino  ya verás. Prepárate, amigo mío, pronto me verás cabalgar sobre Criollo por el llano.

–Vaya idea que se te ha metido en la cabeza –le respondió Tycho, preocupado.

Por fin, un día, Ñico se decidió complacer a Guacho. Habló con Mongo, el dueño de La Cautiva para comprar el Caballo, pues pensó que de este modo, le podría ayudar en las tareas diarias de la finca.

–Mira que eres testarudo Guacho, en fin, te voy a complacer, pero con una condición.

–¿Cual padrino? –respondió, impaciente, el niño.

–¡Que  Criollo me ayude en las tareas diarias de la finca! –contestó firmemente Ñico.

–Me parece bien. Todos debemos colaborar.

Mientras, el dueño de la Cautiva se lo pensaba. Criollo era muy buen caballo. Hasta que al fin, cedió.

Tycho que conocía a Ñico aconsejó a Guacho que vigilara a su padrino para que no abusará de Criollo.

Ya llevaba algunos días Criollo con su nuevo dueño cuando un día Guacho y Tycho  pillaron a Ñico acariciando a Criollo cuando le ponía los arreos y le decía:

–Me tienes que ayudar en las labores de la finca, llevaremos la leche al pueblo, traeremos palmiche para los puercos....en fin. ¡Ahhhhh....! Muy importante, estoy muy contento porque mi ahijado ha ganado en ti a un nuevo amigo. Por eso tengo que cuidarte mucho, no puedo cansarte, sino tu dueño se pone bravo y con razón, ¡caray eres tremendo caballo! Contigo no me siento solo, ¿sabes?

Criollo relinchó como protestando. Todos se echaron a reír.

A medida que pasaba el tiempo la alegría de Guacho crecía. Todas las tardes montaba a Criollo. No iba ni a la playa. Por su parte, Criollo había hecho buenas migas con Tycho, la rana del monte cubano Flauta, Nenúfar en fin con todos los amigos de Guacho.

Pero, un tarde  sucedió lo inesperado. Una manada de caballos jíbaros se acercó a tomar agua en un riachuelo cercano a la finca del tío de Guacho. Ñico temió que se comieran el maizal y corrió a coger la escopeta. Salió tirando un tiro al aire. Como era de esperar la manada de caballos jíbaros huyeron a galope. Lo que nadie esperaba era que Criollo saliera galopando detrás de los jíbaros.

Guacho, sorprendido, sólo gritaba:

–¿Tú ves padrino lo que haces? Ahora por  culpa tuya Criollo se ha ido. No, y a lo mejor ¡no vuelve más! ¡Nunca te han gustado los animales!

Fue tanta la desesperación que Guacho pasó, que sus gritos retumbaban en el monte.

Cerca de allí, en la Laguna Tycho le decía a Nenúfar:

–Ese es Guacho. Algo le ha sucedido. Voy a ver.

Tycho al ver a su amigo decidió buscar ayuda. Llegó gritando a La Laguna:

–¡Amigos, amigos, necesito ayuda....! Me tienen que ayudar a buscar a Criollo, el caballo de Guacho. Guacho no para de llorar, no quiere comer. Se va a enfermar –dijo el huyuyo.

–Bueno.... ¿y cómo  podemos ayudar? –preguntó Nenúfar preocupado.

–Necesito que me ayuden a trazar un plan para encontrar a Criollo –contestó Tycho y continuó-–.Se me ocurre buscar a un ave que lo localice. Que Flauta vuele con esa ave y una vez que lo localice, Flauta con sus  saltos tan grandes llegue hasta él, como Criollo la conoce no se asustará....

–¡¿Y....?! –volvió a preguntar Nenúfar a Tycho.

–Déjame continuar.

Pero Flauta, que se encontraba descansando en las hojas de Nenúfar y lo había oído todo no dejó que continuara:

–¿Yoooooooo?¡No, no y nooooooooo...! Le tengo miedo a las alturas. Busca otra solución.

–Pues no es momento de andarse con boberías, un amigo nos necesita... Hay que ayudarlo y punto –respondió Tycho indignado.

–¡Bien dicho, Tycho. ....! Hay que encontrar una solución –intervino Nenúfar algo molesto frente a la actitud de Flauta.

–¡Ummmm....! Pues se me ocurre otra cosa, buscar a Perro Jíbaro. Él, con su buen oído y olfato,  puede seguir a la manada y esconderse en la espesura del monte. Tú,  Flauta, irás en su lomo y, una vez allí, con tus saltos grandes te acercarás a Criollo sin espantar la manada –indicó Tycho esta vez resuelto.

–Sí y entonces, ¿qué hago? –Flauta preguntó.

–Acercarte a Criollo y al oído decirle que vuelva, que Guacho se muere de tristeza por su ausencia.

–¡Está bien. No lo veo tan mal. ¡Me apunto!

–¡Llama a Jíbaro ya! –le dijo Tycho a Flauta.

En el monte cubano  se escuchó entonces una música melodiosa, era la de Flauta.

–¡Fluiiiiiiii, fluiiiiiii....!

Al momento apareció  Jíbaro, quien al escuchar el cantar  de su amiga,  sabía que algo pasaba en La Laguna y que reclamaban su presencia.

–¿Para qué soy bueno, amigos? –decía Jibaro a los allí presentes.

Tycho lo puso al tanto de lo que ocurría.

En un pis pas, Flauta arriba del lomo de Jíbaro corrieron buscando la manada. Tuvieron que parar varias veces porque Flauta, se mareaba. Y de vez en cuando, pasaba su apuro con una que otra rama de los árboles.

Pero nadie había caído en la cuenta de que hacía muchos días que no llovía y que las pisadas de Perro Jíbaro harían mucho ruido en la hojarasca seca.

Y así fue. Al sentir la pisada de Perro Jíbaro, la manada salió al galope.

Nuestros amigos regresaron a La Laguna decepcionados.

Nenúfar, Tycho y los demás empezaron a desesperarse.

Por su parte, Guacho no paraba de llorar. Se había refugiado en la vieja Ceiba, que estaba cerca de la finca de Ñico. Todas las noches vigilaba y esperaba a que su caballo apareciera, pero nada. Sus amigos  y hasta la misma Ceiba estaban tristes escuchándole cantar:

Criollito amigo,

¿Dónde has ido a galopar?,

¿De qué arroyo has tomado agua ya?

Criollito, amigo,

¡Vuelve pronto, mira que estoy muy triste

Y quiero contigo cabalgar...!

La Ceiba no soportaba más la tristeza de su fiel amigo y le dijo:

–Guacho, para de llorar. Cuando menos te lo esperes volverás a cabalgar en el lomo de Criollo.

Guacho sorprendido le preguntó:

–¿Tú crees, madre Ceiba?

–No solo lo creo, te lo aseguro. Un caballo nunca olvida el camino y mucho menos a su dueño. Estuvo mucho tiempo encerrado en La Cautiva y cuentan los animalitos del monte cubano que el dueño de la Cautiva maltrata a los animales. Después, tu padrino lo puso trabajar con la carreta. Él vio la manada de jíbaros y decidió darse una escapadita para sentirse en libertad. Ya verás cómo regresa. Te repito, los caballos, Guacho, no olvidan a sus dueños ni el camino recorrido.

–Eso mismo me dijo Tycho.

Guacho se abrazó a la Ceiba y le beso allí, en su tronco viejo y sabio.

–Tranquilo. Deja pasar el tiempo y verás. Te volveré a ver galopando por el llano –sentenció la sabia Ceiba.

Sin embargo, el cascarrabias de Ñico no paraba de lamentarse. Fue en busca de Mongo, el dueño de La Cautiva para que lo ayudara con algunos monteros a localizar la manada de Jíbaros y poder enlazar a  Criollo. Nadie como él para ello. Así los  capturaba para después venderlos, como les había vendido a Criollo.

 –Mongo, tienes que ayudarme –le dijo preocupado y  continuaó–-. Guacho se va a enfermar.

–¡Está bien, está bien…! Juntaremos a un grupo de monteros y lo intentaremos. Aunque te digo, esa manada es muy rebelde y esquiva. Trabajo nos va a dar. Si al menos supiéramos dónde está.

En ese momento en La Laguna, Tycho y nuestros amigos no se daban por vencidos y seguían buscando otro plan.

Tan preocupados estaban que no se habían dado cuenta de que Guabairo, que descansaba en las ramas de un árbol cerca de La Laguna, los observaba y escuchaba.

–Me apunto –dijo Guabairo.

–¿Tuuuuuú?–-dijeron a coro los allí presentes.

–Síííí… Recuerden que yo tengo un vuelo rápido y silencioso, incluso no se me oye ni cuando me poso en la rama de un árbol. Como Flauta le tiene miedo a las alturas propongo que vaya conmigo Phalve, la mariposa del Monte cubano. Ella tiene un vuelo rápido. Ella se posará en mis alas. Al encontrar la manada, Phalve volará donde Criollo. Entonces, cerca del oído le contará a Criollo lo que está sucediendo por su ausencia.

Y así mismo hicieron.

Pero justo cuando Phalve se le acercaba al oído de Criollo, este sacudió su oreja y Phalve fue a parar al suelo. Gracias a su vuelo tan rápido no murió atrapada entre las patas de los caballos.

Ahora, la desesperación crecía entre nuestros amigos. Todos los intentos habían sido inútiles.

–Pero, ¿dónde está la manada? –les preguntó Tycho.

–Cerca del Palmar de La Sabana.

Resultó que cerca de allí, para suerte de todos en ese momento, Ñico, sin ser visto, había oído la conversación. Corrió donde Mongo y demás. Todos salieron rumbo al Palmar de La Sabana, pero no pudieron  hacer nada tampoco. Los monteros no habían podido enlazar a Criollo.

Salieron durante varios días seguidos hasta que Criollo intuyó que iban a por él y se separó de la manada.

Huyó a todo galope, pero a Criollo… «Ni el mismo viento lo podía alcanzar cuando se lanzaba al galope…» Él había sufrido los maltratos en La Cautiva, y ya en otra ocasión enlazado y llevado allí.

El tiempo pasaba. Poco a poco, dejaron de buscarlo. Todos menos Ñico, quien estaba muy, muy arrepentido y se repetía una y otra vez que por culpa de sus imprudencias los animalitos salían siempre  perjudicados.

Y Ñico buscaba  y buscaba. En la Sabana, en el Valle, cerca del riachuelo, en el montecillo de romerillo silvestre detrás de las Colinas, en el Palmar.

Tanto fue su ahínco que, al fin encontró a Criollo. El caballo, al verlo, relinchó como saludando. Ñico se le acercó, lo acarició allí en el lomo mientras le decía:

–¿Por qué te fuiste? No quería asustarte. Perdóname si hice algo que te molestó… Pero, por favor, vuelve ya. Guacho te espera.

Y con la misma se fue dejando a Criollo con una mirada de: «Volveré».

Semanas después, una mañana, cuando ya Guacho había perdido las esperanzas de volver a ver a Criollo y comenzaban de nuevo las clases en el colegio, su padrino lo levantó con un gran alboroto:

–¡Arriba, Guacho! ¡Que tienes visita! Allá  afuera te están esperando.

Guacho,  medio atolondrado, salió al portal.

Un relincho, que retumbó en todo el  monte lo sorprendió, allí estaba Criollo, y junto a él Tycho, Flauta, Guabairo y hasta Phalve, la mariposa.

Más tarde en La Laguna, Flauta, le contó a Nenúfar que allá, donde el aire huele a pomarrosas, y el sol juega a esconderse entre las palmeras, Tycho, Guacho y Criollo estaban juntos otra vez, saludando a su gran amiga: la amistad.


GLOSARIO:

-Caballo jíbaro: caballo descendiente de los domésticos que se ha vuelto montaraz, es decir, se ha criado y vive en el monte.

-Criollo: es una raza de caballo que se originó a partir del caballo español traído a Cuba por Diego Velázquez en 1511. En la formación de la raza intervino el caballo Andaluz y el Cartujano. Es un animal muy fuerte y resistente al trabajo.

-Flauta cubana (rana): puede ser atrapada con facilidad debido a que permite que se le acerquen, aún alumbrándola en la oscuridad. Durante las noches canta con su amplio saco vocal que no cesa de inflarse y desinflarse, y se mantiene imperturbable. De este género, existen treinta y cinco especies y cada una tiene un canto particular.

-Guabairo: pájaro pequeño cuyo plumaje le permite camuflarse bien a nivel del suelo, con colores oscuros y variados. Se alimenta de insectos, que caza en pleno vuelo.

-Perro Jíbaro: especie perteneciente a los mamíferos cimarrones, introducidos en Cuba durante la colonización española. El perro doméstico se convierte en jíbaro una vez que abandona la casa y se interna en los bosques. El hocico se le hizo más puntiagudo; el sistema dentario más fuerte, con caninos largos; las orejas cortas y erectas; la mirada viva y desconfiada; el pelaje fino y de varios colores; las patas armadas de fuertes uñas, y un ladrido menos ronco.

Esta raza resulta muy peligrosa para las especies endémicas de vertebrados, tanto silvestres como domésticos. Causa daños a los animales de corral y constituye una amenaza para la fauna autóctona.

-Phalve: mariposa diurna de rápido vuelo. Se encuentra en los campo de Cuba, pero es más abundante en zonas boscosas de las montañas, fundamentalmente en la estación primaveral del país. Cuenta, con bellos colores amarillos manchas rojas en la parte superior de sus alas y negro intenso que la bordean, entrecruzan y la destacan cuando revolotea sobre la floresta. Tiene desarrollado el sentido de la visión.

-Pomarrosas: Árbol frutal de gran poder nutritivo. Puede alcanzar los 10-16 m de altura, pero en cultivo tan solo 5-6 m, con la corteza grisácea y las semillas. En Cuba esta planta se ha convertido en invasora. Sus ramas son finas y crecen y se distribuyen de manera tortuosa, mientras que su tronco es delgado con una corteza lisa, de color castaño grisáceo.

Si te gustó este cuento no dejes de ver el publicado anteriormente pinchando este enlace: https://www.tamasmacultural.es/tycho-y-la-ceiba-segunda-parte

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