Platero y yo

Llevaba mucho tiempo sin citar a Platero, el burrito más amado y querido por los niños y las niñas de muchas generaciones.

Cuanto amor le profesó Juan Ramón Jiménez a su asno, amigo de niñez y juventud, que le dedicó una de sus mejores obras publicada en el año 1914. 

Aunque inicialmente fue un libro destinado a los adultos, caló inmediatamente en el público infantil, entre los que yo me incluyo.

Cómo no enamorarse de aquel compañero de viajes descrito por su dueño como pequeño, peludo, suave; tan blando por fuera, que se diría todo de algodón, que no lleva huesos. Sólo los espejos de azabache de sus ojos son duros, cual dos escarabajos de cristal negro.

El que jugaba y trotaba con Diana, la pequeña perra blanca, el que se dejaba montar por los críos de su amado Moguer, el que se clavó la púa verde de naranjo sano.

Un asno sin colegio de pupitres, pero bien aprendido en flores, en mariposas de colores y en guerras de brevas maduras. 

Juan y Platero contemplando las golondrinas gorgojeando por la larga calle, anunciando con su vuelo la llegada de la primavera. 

Todo recreado en su pueblo, en el que convivió con personajes tan dispersos como la niña llamada Anilla, la manteca que murió por un rayo una noche de fuertes tormentas, un médico francés que tenía un loro verde, un cura llamado Don José que se ponía sotana, manteo y sombrero de paja, la chiquilla del carbonero, sucia de tizne, la familia de húngaros que visitaron el pueblo y llevaban con ellos un mono que bailaba al son del pandero y los gitanos que acampados al lado del cementerio arreaban con los burros propios y ajenos.  

El amor, el sufrimiento, la pena, todos los sentimientos que Juan Ramón siente por su amigo quedan transcritos página a página, frase a frase, llevándonos a su lado, haciéndonos sentir inmersos en cada fotograma, en cada situación.

Quién no oyó a los niños tocando los portones y pidiendo un poquito de pan, el ruido de las carretas regresando de El Rocío, los gorriones chillando entre las enredaderas, el canto nocturno de los grillos, los estampidos de los fuegos artificiales de los que huía Platero buscando refugio en los tranquilos pinos y el llanto por el viejo canario muerto. 

Todas las estaciones vividas y recreadas juntas se elevan, mostrando con precisión, el cambio de colores, de sensaciones, de sendas húmedas y de arroyos secos. Las últimas rosas floridas, los lirios amarillos, el racimo olvidado en la cepa vieja, las rojas granadas, gala de su escudo, o un campo lleno de encarnadas amapolas. 

Ay Platero como le sabían a Juan los piñones tostados, el pan de los panaderos, el agua del pozo, el vino en caña de cristal grueso; pero cuanto amargor le causó tu muerte, recogida en el capítulo ciento treinta y dos del libro que con tanto amor te dedicó. 

Y desde aquí, se superponen una a una las páginas de la nostalgia, de la perdida, de la melancolía, de las visitas a tu sepultura, en el huerto de la Piña, al pie del pino redondo. 

Después de desempolvar tus huellas, me despido como él lo hizo de ti, querido burrito Platero, amigo de mi infancia, recuerdo de mi madurez...

Dulce Platero trotón, burrillo mío, que llevaste mi alma tantas veces —¡sólo mi alma!— por aquellos hondos caminos de nopales, de malvas y de madreselvas; a ti este libro que habla de ti ahora que puedes entenderlo.

Va a tu alma, que ya pace en el Paraíso, por el alma de nuestros paisajes moguereños, que también habrá subido al cielo con la tuya; lleva montada en su lomo de papel a mi alma, que, Caminando entre zarzas en flor a su ascensión, se hace más buena, más pacífica, más pura cada día.

Sí. Yo sé que, a la caída de la tarde, cuando, entre las oropéndolas y los azahares, llego lento y pensativo, por el naranjal solitario, al pino que arrulla tu muerte, tú, Platero, feliz en tu prado de rosas eternas, me verás detenerme ante los lirios amarillos que ha brotado tu descompuesto corazón. 

A Platero en el cielo de Moguer 

Paletas y pinceles

El legado de los abuelos - TOÑI ALONSO

FRASES Y REFLEXIONES PARA AYER, HOY Y MAÑANA - ALBERTINE DE ORLEANS

Desde mi balcón - JOSE LUIS REGOJO

Amanece, que no es poco - ANGIE HERNÁNDEZ

LETRAS CANARIAS

El nido de la graja - EVA CASTILLO

Palabras del alma - BALBINA RIVERO

Tradiciones - ISABEL GONZÁLEZ

La magia del teatro - INA MOLINA

Letras y colores - JUAN FCO. SANTANA

Mi cuaderno de danzas - ISA HERNÁNDEZ

La memoria intacta - MARÍA DE LA LUZ

Volando con las palabras - Cristina García

Retratos de nuestros paisanos - JOSÉ LANTIGUA

Miscelánea tradicional - MOISÉS RODRÍGUEZ

Sección infantil: Arcoiris de cuentos - TANIA RAMOS

Viajando por los versos - ROSA GALDONA

Memorias con historia - GLORIA LÓPEZ

Alfarero de versos - EDUARDO GARCÍA

Amar el amor - LANGE AGUIAR

Contando canciones - MATALE AROZENA

Garabateando - ELENA PADRÓN

Hablando de amigos… - LUIS ALBERTO SERRANO

Bajo un nudo en la garganta - ANA GUACIMARA HERNÁNDEZ