TYCHO Y LA CEIBA

Ilustración de Ivanesky

Coautora: Lázara T.Linares Ramos.

A la memoria de la etnóloga cubana Lydia Cabrera.

Árbol hermoso de mi hermosa patria, y ornato de su verde alfombra....

"A una Ceiba". Mercedes Matamoros.

Es verdad que Tycho, el Huyuyo, después que unos cazadores sin escrúpulos mataran a su compañera Nuca se había quedado muy solo. Esta noticia lo había puesto muy mal. Solo le quedaba la esperanza de volver a ver a su Hortensia, como él le decía a aquel antiguo amor del que nunca supo nada más. 

Su amigo inseparable, Sinsonte, le había avisado del regreso de Hortensia a la vieja casa de la laguna y de su mal estado físico.

¡Tenía que encontrarla! Era necesario que se salvara y para eso haría lo imposible.

Voló los caminos hasta llegar donde ella. Ahora, estaba allí, junto a ella, la Hortensia, su primer amor. Al verla, le pareció enferma, sus pétalos pálidos mostraban su debilidad. 

 Nuestro amigo se atrevió a susurrarle: “Estoy aquí. ¿Qué te ha pasado?”.

La Hortensia, al oír aquella voz se inundó de esperanza y exclamó:

“¡Qué alegría me da verte, Tycho! ¡Estoy muy triste! Ya no me visitan mis amigas las abejas. Solo viene a veces Greta, tu amiga mariposa -se quejaba La Hortensia, y continuaba- ¡Estoy enferma, muy enferma¡ Creo que moriré muy pronto!

-¡Ni hablar! entonces, ¿para qué estoy aquí? Sabes que hemos pasado momentos más difíciles que este, hemos podido superar la distancia y el tiempo. ¡Te recuperarás de esta! ¡Eso dalo por hecho! ¡Qué sorpresa he recibido! Lo menos que pude imaginar es que después de tanto tiempo te volvería a encontrar en la misma ventana donde te conocí. Pero, dime, ¿Y tus amos?, ¿por qué esta casa está tan abandonada?

Hortensia no pudo responderle. Una lágrima corrió por uno de sus pétalos y se filtró por entre los terrones de tierra seca donde estaba sembrada.

Hortensia era una plantita que había sido muy mimada por sus dueños. Desde que llegó a aquella casa la sembraron en aquella maceta y la pusieron en la ventana que daba al jardín. Sus dueños la habían puesto allí, porque decían que era buena para el mal de ojo. La regaban. Le hablaban con mucho mimo cómo si fuera una niña y a veces, cuando lloviznaba, la sacaban al jardín para que se refrescará. Allí ella aprovechaba y hablaba con sus amigas las violetas, las azucenas, las margaritas y hasta con las florecilllas del romerillo silvestre, que crecía a un costado del jardín. 

-Recuerda siempre que soy «una bella sin aroma» -le recordaba a Tycho ahora muy triste.

-No importa que no tengas olor. Eres bella y elegante, adornas donde quieras que estés y, en verano, luces  en todo tu esplendor, no olvides que por eso fue que me fijé en ti… -Le rebatía  Tycho.

-Tú sabes que yo me conformo con poco sol; pero como me dejaron aquí, a la intemperie, sin tener quién me cuide, y como hace tanto que no llueve, tú me dirás…estoy perdiendo mis colores. Aunque tú no lo creas, Tycho, nosotras, las flores, necesitamos también que nos hablen, que nos mimen.

-Pero, dime, ¿por qué te han abandonado?

-No lo sé. Mis dueños se fueron corriendo y creo que se olvidaron de mi... ¡Creo que voy a morir, necesito urgente  tu ayuda, Tycho!

De pronto, muy cerca de ellos, una voz muy suave se dejó oír: -No pierdas tiempo, corre y encuentra a la Ceiba Vieja. Pídele de corazón su apoyo y ayuda. Seguro que te ayudará, la conozco bien...

Era Greta, la mariposa del Monte Cubano, que desde hacía rato escuchaba aquella charla.

Al oír aquellas palabras, de pronto, Tycho recordó que, años atrás, su mamá Huyuya le había hablado acerca de los poderes de esta Ceiba. Una esperanza lo iluminó. Como ya era tarde se despidió de la Hortensia, pero antes le dijo: -Confía en mí. Te ayudaré. 

Entonces, le dijo a Greta: -No te muevas de aquí, por favor. Cuida de Hortensia hasta que yo llegue. Buscaré la Ceiba.

-Tranquilo. No me moveré de aquí -respondió la mariposa a su amigo.

Tycho decidió primero ir a La Laguna y contarle todo a Nenúfar, su gran amigo, que siempre vivía pendiente de él. Pasar la noche allí y temprano con fuerzas  ir en busca de la Ceiba.

Al llegar a la Laguna, Nenúfar lo acribillaba a preguntas: -¿Y eso que regresaste tan pronto? Qué sucedió?, ¿estás bien?

-Tranquilo -respondió Tycho, que conocía muy bien a su amigo- ¿Te acuerdas de la Hortensia, aquel amor que por el casi muero? La regresaron a la ventana de siempre. Parece que sus dueños prefirieron volver a su antigua casa. ¿Recuerdas lo linda que era? Pues bien, ahora está mustia, sino llega a ser por el Sinsonte, que me avisó enseguida jamás la hubiera vuelto a encontrar donde mismo la conocí. Te digo, amigo, que si no se hace algo rápido va a morir.

Nenúfar, buen conocedor de Tycho, sabía que estaba tramando algo.

Tycho le contó lo que Greta le había dicho sobre la Ceiba Vieja que concede deseos; y lo que pensaba hacer.

Nenúfar, como era de esperar, no aprobó la sugerencia de Greta de ir a pedir ayuda a la Ceiba. Además, toda acción donde peligraba la vida de su querido amigo lo inquietaba.

-¡Tycho! -dijo casi gritando-,  ¿Te vas a creer semejante bobería? Eso solamente es leyenda.

-¡No lo creo, no lo creo! Mi mamá respetaba mucho esa planta.

Nenúfar,  que conocía muy bien a su amigo, sabía que cuando Tycho se encaprichaba en lograr algo no paraba hasta alcanzarlo, sabía que contradecirle sería un error. Entonces le preguntó:

-Bueno, a ver, explícame bien eso de la Ceiba.

-Según Greta,  ella es la única que me puede ayudar a salvar a mi querida Hortensia. 

Nenúfar insistía :

-Te digo que no vayas. Mira que conozco el Monte mejor que tú-insistió Nenúfar. 

-Está enferma, ¿no entiendes lo que esto significa para mí? Cualquier cosa que haga es poco. Y me voy, que me has hecho perder bastante tiempo ya, ¿no crees?

-¡Oye, no tan rápido! ¿Acaso sabes dónde queda esa Ceiba? -preguntó muy preocupado el amigo de Tycho.

-Llegaré junto a ella, no te preocupes más. Sabes bien que por el camino encontraré ayuda. En el monte todos somos una gran familia. Y sin decir más, levantó vuelo dejando a Nenúfar muy angustiado pero confiado en que el éxito sería su aliado.

Ya llevaba un rato volando, cuando, desde el aire alcanzó a ver las montañas y el arroyo del que le había hablado Greta. Cómo ya se sentía algo cansado por no haber dormido, y con sed  decidió bajar a beber agua. El agua estaba fresca y aprovechó para darse un chapuzón. No sabía cuánto demoraría en encontrar a La Ceiba Vieja y tenía que recuperar fuerzas.

No se había dado cuenta que, desde la rama de un árbol alguien lo observaba. Se trataba del mamífero característico de Cuba, el famoso roedor Jutía Carabalí, quién -colgando por su rabo con la cabeza hacia abajo, como es su costumbre, miraba al recién llegado. Casi al mismo tiempo que Tycho llegaba Colobura, la rara mariposa amiga de Greta y de Tycho.

-¡Holaaaa!- saludó Colobura a Tycho. 

-¿Qué haces por aquí, Colobura? -preguntó Tycho. 

-Sabes que aprovecho las corrientes de aire para trasladarme de un lugar a otro y llegue hasta aquí para saludar a mi amiga la ranita Campanilla de los Arroyos de la montaña.

-¡Halaaaa!- Que nombrecito...

-Pero todos me llaman Campanilla -decía la Ranita que se asomaba entre el agua y saltaba a una piedra cercana.

También llegaba a beber agua Venado, el  más bello y hermoso de los mamíferos rumiantes de Cuba, otro gran amigo de Tycho.

-¡Ummmm!, que concurrido está el arroyo esta mañana. ¿Acaso es el cumple de alguien hoy? -preguntó Venado.

-Es que hace mucho calor y el agua del arroyo está fresquita -le respondía Tycho.

-Tycho, ¡qué alegría verte por aquí! No sabíamos de ti hace tiempo. ¿Cómo están los amigos de la Laguna?-preguntaba Venado.

-Los amigos de la Laguna bien. Yo soy el que no está  bien. Y  le relató a los amigos del Arroyo de las Montañas lo que le estaba sucediendo.

Jutía Carabali, que había escuchado a Tycho decidía ayudarlo esta vez....

Guacaica, como le llaman al Arriero en el monte cubano corría por las ramas buscando algún alimento, y ese fue el momento que Jutía aprovechó. ..

-Guacaica, Guacaica, detent, ven acá -le gritaba Jutia Carabali.

-¿Para qué soy bueno? -respondía Guacaica que es un ave mansa y buena amiga de sus amigos del Monte.

-Mira, Tycho el huyuyo está buscando La Ceiba Vieja. ¿Tú sabes cuál es?

-No, pero El Pitirre sí.

-¿Y dónde podemos encontrar a Pitirre? -preguntabó Tycho impaciente.

-Le gustan las sábanas con árboles de Ceiba- respondió Guacacica.

-¡Es verdad! -gritaba Colobura.

-Ven, Tycho, te llevaré hasta la sabana. Ahora, eso sí, La Ceiba que buscas solo el Pitirre la debe conocer bien -dijo Guacaica-.  -Vamos ya, antes que se haga más tarde.

Jutía alertaba a los amigos:

-¡Tengan cuidado! Pitirre es un ave agresiva y no es nada fácil encontrarla.

-¿Agresiva? -intervino Tycho preocupado.

-Solo defiende su nido de intrusos- aclaró Guacaica.

Llegado a este punto, Tycho recordó las advertencias de su amigo el Nenúfar. Pero no volvería atrás, no señor. Su Hortensia no podía morir.

Ambos emprendieron vuelo. También Campanilla los acompañaba, siendo una de las ranas más saltarinas del monte cubano no le sería difícil llegar donde Pitirre. Venado tampoco se quedaba atrás.

Por su parte, Tycho estaba deslumbrado. Nunca había visto a un Arriero volar. Era un espectáculo impresionante verlo volar con su larga cola abierta.

Al rato, llegaron a la sabana, Colobura que se les había adelantado y a pesar de lo difícil que es de localizar ya había visto a Pitirre y  les avisaba a los amigos. Arriero, decidido, se acercó a Pitirre. Sin embargo, Tycho algo temeroso se quedaba atrás:

-¿Qué sucede Tycho? No temas. Te repito que Pitirre solo ataca si algún intruso se acerca a su nido, cosa que nosotros no vamos hacer. ¡Tranquilo! -Dicho esto, Guacaica se dirigió a Pitirre- -Amigo, estamos buscando la Ceiba Vieja, ¿la conoces?, ¿nos puedes ayudar?

-¡Ummmm....! ¿y para qué  buscan a la Ceiba Vieja? 

-Acá Tycho, el huyuyo, quiere hacerle una petición.

A lo cual el Pitirre respondía:

-¡La Ceiba, La Ceiba es santa! es el árbol sagrado del monte cubano junto a la Palma Real. Es lo más sagrado y lo más grande de este mundo. Todos la respetan. El rayo, los huracanes, las tormentas .Pregunten en el monte si algún rayo la ha fulminado, a ver que le dicen.

-Tengo miedo -dijo Tycho.

-Pero, ¿por qué? -le respondió el Pitirre.

-¿Y si cuando llegamos la están cortando? 

-¿Talar a una Ceiba? No, amigo, no creo que nadie se atreva. «La ceiba no se corta ni se quema». «Todos le temen. Todos la adoran. Ella llora cuando le piden algo malo».

-¡Noooo....!-yo no le voy a pedir nada malo, al contrario -respondía Tycho.

-¡Muy bien, muy bien!, solo me queda alertarte con los Güijes.

-¿Los güijes?, y eso, ¿qué cosa es? -se alarmó Tycho.

-Pues son duendes protectores de las plantas y los animales del Monte. Así que ni se te ocurra hacerle nadita a la Ceiba.

-¿Yoooo?, ¡qué va! ¿No oyes que le voy a pedir ayuda?

-Perfecto, ya sabes. Alertado estás. ¿Ves aquella sabana? Pues bien, un poco más y estarás frente a ella. Vamos que los llevaré. 

continuará en el siguiente número...

Paletas y pinceles

LA MÚSICA EN CANARIAS

LETRAS CANARIAS

Folclore canario

Nopasaeltiempo - CARMELO G. GLEZ. ZERPA

Bailes tradicionales canarios - LUISA CHICO

Epistolar - INMA FLORES

FRASES Y REFLEXIONES PARA AYER, HOY Y MAÑANA - ALBERTINE DE ORLEANS

Volando con las palabras - Cristina García

Desde mi balcón - JOSE LUIS REGOJO

Viajando por los versos - ROSA GALDONA

El rincón de Tehonón - Félix Díaz

Alfarero de versos - EDUARDO GARCÍA

Amanece, que no es poco - ANGIE HERNÁNDEZ

Retratos de nuestros paisanos - JOSÉ LANTIGUA

Miscelánea tradicional - MOISÉS RODRÍGUEZ

Palabras del alma - BALBINA RIVERO

Artdeser - ESTEBAN RODRÍGUEZ

Reflexiones... y otros - LALI MARCELINO

Gotitas de agua - JOSÉ ACOSTA

Hablando de amigos… - LUIS ALBERTO SERRANO

Bajo un nudo en la garganta - ANA GUACIMARA HERNÁNDEZ

La magia del teatro - INA MOLINA

Mi cuaderno de danzas - ISA HERNÁNDEZ

Contando canciones - MATALE AROZENA

El legado de los abuelos - TOÑI ALONSO

Piélago - ALEXIS GARCÍA

La memoria intacta - MARÍA DE LA LUZ

Tradiciones - ISABEL GONZÁLEZ

Amar el amor - LANGE AGUIAR

El pejeverde - Raquel Reyes

Sección infantil: Arcoiris de cuentos - TANIA RAMOS

Fuente de poetas

Fogata de relatos

Novedades literarias