Alex Darío Rivera M.

Hoy, en nuestra sección DESDE LA OTRA ORILLA, nos llega una muestra del trabajo del escritor hondureño Alex Darío Rivera M.

Nacido en Santa Bárbara, Honduras, el 30 de julio 1975. Ha publicado en poesía: "Introspecciones extintas", "Desde los balcones", "Mortem" y “La lluvia no llega”. Libro de microhistoria “SITRAMEDHYS, medio siglo de lucha" (2015). En cuento: "De fugas y acechanzas" (2012), "Recuentos a media luz" (2013) y "Hendiduras" (2020). Antologado en "Honduras, sendero en resistencia"; "Poetas en los confines"; "Kaya Awiska, Antología del cuento hondureño"; "Antología del cuento hondureño Siglo 21"; "Tratado mesoamericano de libre poética: ecos náhuatl Honduras-México"; "Letras sin fronteras II"; "El baile del dinosaurio", antología de minificción hondureña" y "Despierta humanidad" Antología Poética Internacional Homenaje a Berta Cáceres.

Nuestro agradecimiento por hacernos llegar su trabajo para compartirlo en nuestras páginas.

EL AMOR NO ES CUERDO

Ella le fascinaba; de hecho, seguía invadiéndolo a cada momento, especialmente en instantes como ese, que al silencio le daba por empezar a elevar su voz, a gritar hasta desafinar el goteo que, desde el sifón, se empeñaba en medir el tiempo, en recordarle la muerte. Para él, ella continuaba siendo la mujer perfecta. Aun con el estigma de su padecimiento. 

¡Puto loco! - Le gritó la última vez a manera de despedida. Ahora él recordaba sus ojos desorbitados, y la dualidad de amor y odio, estrujada en su bello rostro, mientras dos hombres fortachones la arrastraban con la camisa de fuerza puesta.

¡Gracias a Dios, que no me alteré! Recordaba ahora, a la distancia. En ese preciso momento, él había recordado a su madre y aquella trillada sentencia: "hombre prevenido vale por dos". Treinta minutos antes, él, con una taza de café, había tomado sus antipsicóticos.

ESTRIDENCIA

Siempre creyó que los truenos traían hacia él, lejanas voces. La estridencia de esos fragores espoleaba esa necesidad humana de buscar refugio en la horda, en la manada, y suponía era la más fácil explicación de lo gregario, de la necesidad del resguardo de la caverna, la tibieza del fuego o el abrazo. En él, el simple hecho de observar asustado el relámpago que antecede al trueno, le provocaba sospechar primitivas evocaciones de lo incógnito que lo habitaba, y lo que suponía ser. Creía que los truenos develaban el desamparo y la pequeñez humana, y trazaban el linde entre el fuego y la ceniza, entre la vida y la muerte.

Y aunque estaba convencido de que los truenos eran la reminiscencia de milenarias fraternidades y ancestrales miedos; con los ojos entrecerrados, salía corriendo en pelotas por las calles del pueblo debajo de las tormentas.

SIN CULPA

El dolor cada vez más fuerte. ¿Lo mataba la quimioterapia o el cáncer? El sabor acre en la boca, con ahínco. Había pecado sin culpas. Sin cargos de conciencia. Si hizo daño, fue sin premeditación, alevosía o ventaja. Si amó, fue con premeditación, alevosía o ventaja. Estaba libre de temores al infierno de Dante y ambiciones al paraíso celeste, por tanto: ¡He vivido! Gruñó fuerte para que nadie le escuchara. No temía a la muerte, aunque en ocasiones escuchó sus pasos acercándose, a veces con prisa, en otras, alejándose lentamente. Estaba listo para pagarle la factura. No le quedaría en mora, le saldaría centavo a centavo.

Sonrió. El frío metálico en su sien fue, probablemente, su última sensación terrenal.

ABSURDO

Estaba trabajando en la caracterización de otro personaje. Ese papel de pendejo, si bien es cierto representaba de manera casi magistral, aunque olvidase la modestia, era agotador. Libre de eso, el público no sabía delimitar el linde, la frontera entre la persona y el personaje, entre el sujeto y el actor, entre la existencia y la obra, entre la vida y el teatro, entre la vivencia y la supervivencia, entre la amistad y los intereses.

Esa noche, preparó la máscara, la indumentaria, el maquillaje, las poses, y trató de leer y releer el argumento de esa obra en la que los actores seguían asumiendo su papel pasivo, sentados en el escenario, esperando a que los espectadores les siguiesen entreteniendo desde las butacas.

TEMPORAL

Renegaba de estos tiempos. Agradecía al destino nacer una o varias generaciones atrás. Él soñó ser marino, y aunque nunca lo cumplió, se levantó cada día a sentarse a la popa y esperar el viento que lo empujara a su propio mar. Revisaba el astrolabio, corregía la brújula, tendía la vela, levantaba el ancla, manipulaba el timón, y salía a la calle a navegar donde se le antojaba dirigir la proa. Pipa en ristre, esparcía olor a tabaco negro a lo largo y ancho de la plaza. Acomodaba su boina de lado, siempre en la dirección hacia donde dirigía su mirada inquisitoria, y se apropiaba de la banca, donde él nunca supo que, con los años, su imagen sería sustituida, paradójicamente, por una escultura suya en bronce.

Desde la otra orilla de la calle sus vecinos reafirmaban su locura, sin que ello los llevase a desistir de su enfermizo anhelo, de verlo naufragar.

OTRA MUJER: LA NOCHE

Bosteza la noche; con sorna, adrede. Estira sus labios señalando la cama. Le invita, le guiña un ojo; ella aprieta con sus dientes superiores el labio inferior de su boca húmeda, roja, henchida. Piernas carnosas, piel lisa, blanda, fresca, apetecible. El escote deja escapar medio pecho. El pezón se dibuja sobre la tela transparente; se intuye el color rosáceo, uva que invita a morderla, a exprimir su néctar, rozarla, pasearle la lengua, apretarla con los labios, sostenerla unos segundos entre los dedos índice y pulgar, valorar su pulpa. Él, baja la mirada nuevamente, lento; detiene su mirada: la pieza inferior de su ropa interior muestra sus caderas; al centro, su pubis asoma atrevido, suspendiendo feromonas que invaden su cerebro en segundos. La decisión oscila, la opción de ella es la más tentadora, pero esta vez tiene que entregar este trabajo por la mañana, a primera hora. Él, se hace rogar, se niega, el fastidioso deber lo llama.

ESPECIALES

Paletas y pinceles

LETRAS CANARIAS

Folclore canario

Lengua viva - PABLO MARTÍN LÓPEZ

El nido de la graja - EVA CASTILLO

Caricaturas, papel y tinta - NÉSTOR DÁMASO DEL PINO

Bailes tradicionales canarios - LUISA CHICO

Viajando por los versos - ROSA GALDONA

FRASES Y REFLEXIONES PARA AYER, HOY Y MAÑANA - ALBERTINE DE ORLEANS

Desde mi balcón - JOSE LUIS REGOJO

El legado de los abuelos - TOÑI ALONSO

La magia del teatro - INA MOLINA

Mi cuaderno de danzas - ISA HERNÁNDEZ

Hablando de amigos… - LUIS ALBERTO SERRANO

Memorias con historia - GLORIA LÓPEZ

La voz de Arico - MARÍA GARCÍA

Gotitas de agua - JOSÉ ACOSTA

Artdeser - ESTEBAN RODRÍGUEZ

Amar el amor - LANGE AGUIAR

La memoria intacta - MARÍA DE LA LUZ

Bajo un nudo en la garganta - ANA GUACIMARA HERNÁNDEZ

Contando canciones - MATALE AROZENA

Miscelánea tradicional - MOISÉS RODRÍGUEZ

Nopasaeltiempo - CARMELO G. GLEZ. ZERPA

Sección infantil: Arcoiris de cuentos - TANIA RAMOS

Desde la otra orilla

Tertulia Tamasma

Fuente de poetas

Novedades literarias