Vivimos sin darnos cuenta del efecto que tiene el poder de las expectativas que arrojamos en otras personas y, a su vez, estas personas en nosotros. En esta sección vamos hablar del efecto pigmalión, o lo que es lo mismo, de la profecía autocumplida.
Indagando en su origen, nos vamos hasta la mitología griega, donde se cuenta que Pigmalión fue un famoso escultor que terminó enamorándose de su escultura llamada Galatea. Tal fue el amor que sentía hacia ella que la diosa Afrodita, conmovida por ese amor, le otorgó vida a la escultura, convirtiendo a Galatea en una mujer. Pigmalión se casó con ella y fruto de ese amor nació su hija Pafo, considerándose esta vivencia como “la expectativa que se convirtió en un hecho real”.
Este efecto ha sido llevado a la psicología, considerándose como el fenómeno por el cual una expectativa que posee una persona influye directamente en las conductas, en el rendimiento y los resultados de otra, pudiendo afectar de manera positiva o, por el contrario, perjudicando de manera muy negativa. En este artículo nos detendremos y reflexionaremos sobre el poder que tienen las expectativas dentro de los colegios.
- Estudio Rosenthal-Jacobson. Pigmalión en las aulas:
En los años 60, Lenore Jacobson, directora de una escuela de primaria en San Francisco, y Robert Rosenthal, psicólogo, ejecutaron un experimento:
Pasaron un test de inteligencia a 320 alumnos y apuntaron los datos obtenidos. De este grupo se eligió a 65 estudiantes para un experimento en el que se afirmaba falsamente que dichos alumnos tenían una inteligencia por encima de la media. Al finalizar el curso, los 320 estudiantes realizaron de nuevo el test de inteligencia. Los resultados de los 65 alumnos etiquetados como “extraordinarios” cambiaron de forma considerable. Todos ellos presentaban un cociente intelectual mucho mayor.
Este experimento hizo reflexionar sobre el efecto pigmalión dentro de las aulas. Parafraseando al psicólogo Alberto Soler: “Habían manipulado las expectativas de los profesores, de manera que si un alumno de los 65 considerados como superiores necesitaba algo en clase, se interpretaría como interés e inquietud intelectual y, el resto, no contaría con la misma consideración.
Por lo tanto, en este estudio podemos observar que “las expectativas positivas” depositadas por los profesores en los 65 alumnos provocaron que mejorara el rendimiento académico de estos.
¿Qué hubiera pasado si se hubiera realizado el experimento con expectativas negativas?
¿Con qué frecuencia nos suelen moldear las etiquetas (positivas y negativas) en cualquier ámbito de nuestra vida?
Dejo mis preguntas al aire para reflexionar sobre lo importante que es este efecto y sobre el valor de potenciar a las personas, brindándoles la oportunidad de que brillen.
Recuerden que: “todas las personas somos fuegos por arder”
Para este artículo recomiendo el libro: “Las ranas y el efecto Pigmalión” del psicólogo, pedagogo y maestro Jesús Garrido Landívar.
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