Candelaria, la ciudad de los 15 minutos

Desde mi balcón y embutido en una nube de calima, pienso: ¿qué calidad de vida podríamos esperar del presente/futuro en Candelaria si el Ayuntamiento optara por seguir políticas anticuadas que menosprecien el medio ambiente y la calidad de vida de sus ciudadanos, políticas de un liberalismo salvaje, como ocurre en Madrid? ¿Sería sencillo acceder a los servicios que nos corresponden como ciudadanos? ¿La ciudad de moda, la ‘guay’ ha de ser aquella que vaya rápido, con una población estresada, congestiones de tráfico y llena de turistas? Este es el dilema del Ayuntamiento de Candelaria: ¿seguir políticas del siglo XX o legislar para conseguir una ciudad más sostenible y equilibrada?

Además, si al estrés de una ciudad poco acogedora le añadimos un puesto de trabajo lejano a nuestro hogar, el resultado es vivir consumiendo pastillas. Aunque a ese lugar le diésemos un nombre en inglés (coworking, por ejemplo) y nos hicieran creer que somos emprendedores, la realidad es que seguiríamos siendo trabajadores esclavos digitales. Personas que dedican todo su tiempo al trabajo, siendo el teléfono móvil la cadena que esclaviza, aunque tengamos la libertad de escoger el tipo de cadena (¡un Iphone para mí, por favor!) para que parezca menos dependencia. Al mismo tiempo, nos harían creer que aquellos que no sean emprendedores o estén en el paro son unos parias que se encuentran en esa situación por su culpa.

La París de Anne Hidalgo o la Barcelona de Ada Colau, cuando era alcaldesa, cambiaron su hoja de ruta, y empezaron a poner coto a los coches a favor de los peatones y ciclistas. De hecho, el sueño de la alcaldesa de París era convertir su municipio en «la ciudad de los 15 minutos», según la idea de Carlos Moreno, profesor de sistemas complejos e innovación de la Universidad de París. Este es un concepto urbano según el cual el vecindario puede acceder a sus necesidades esenciales (colegios, supermercados, lugares de trabajo, hospitales y centros culturales) en apenas un cuarto de hora caminando o en bicicleta desde sus hogares.

Una de las enseñanzas de la pandemia fue trabajar a distancia y, aunque a priori se socializa menos y parece que nos aislamos más, no es del todo cierto, es cuestión de aprendizaje. Ya hay gente que sabe utilizar el tiempo de manera de disfrute personal y familiar sin necesidad de consumir a todas horas. Otro beneficio añadido a trabajar desde casa o cerca de ella es la mejora frente al cambio climático, reduciendo desplazamientos y, como consecuencia, menos emisiones de CO₂. Una cercanía que fomenta las compras locales generando más empleo y aumentando la economía de proximidad. 

La Candelaria de Mari Brito tiene mucho ganado frente a estas grandes urbes de cara a convertirse en una «ciudad de los 15 minutos» si sus gobernantes comprendiesen que no es necesario construir nuevas instalaciones específicas para cada necesidad. Transformar lugares existentes para servir a diversas actividades y no solo a una es la clave.

Esta Candelaria podría ser un ejemplo a seguir por otras ciudades, si algún responsable del Ayuntamiento tuviera la visión de futuro de beneficiar a la población y no solo la mirada limitada a las próximas elecciones municipales. Los técnicos, apoyados por los políticos, deberían liberar la imaginación para desarrollar nuevos modelos económicos y aprovechar mejor las superficies existentes. Algunos edificios públicos tienen un bajo uso y unos gastos de mantenimiento permanente que deberían abrirse a otras funciones. Un punto de vista que, evidentemente, no interesa que se ponga en marcha por presiones de todos aquellos agentes alrededor del mundo inmobiliario. 

Abrir una escuela los fines de semana, por ejemplo, genera, al menos, un nuevo puesto de trabajo (la persona encargada de abrirla), más horas extras para la limpieza y el mantenimiento adicional, pero proporciona un espacio para que vecinos y vecinas puedan socializar. Hay locales que podrían ser centros de reuniones (alquilados al sector privado o subvencionados/gratuitos a entidades asociativas sin ánimo de lucro de la población). Se necesita un poco de imaginación y voluntad política.

La noción de los «15 minutos» es simbólica, lo importante es que la toma de decisiones de los poderes políticos busquen el reequilibrio, sobre todo en economía, vivienda y trabajo, teniendo en cuenta las necesidades de la ciudadanía, independientemente de su generación. Es necesario que aumenten los espacios multifuncionales y disminuyan los especializados para mejorar el día a día de la población: menos coches, más presencia humana y más servicios culturales. En definitiva, un ejemplo de convivencia y sostenibilidad.

En fin, la modernidad de «la ciudad de 15 minutos» parisina ya la tenemos en Candelaria. Solo hay que ser conscientes de ello y potenciar esta idea para transformar vidas, fortalecernos como sociedad y como municipio, ser conscientes del medio ambiente, y reducir desplazamientos innecesarios que quitan tiempo de familia y amigos. Si, por el contrario, la alcaldesa opta por el liberalismo salvaje, la ciudad se convertirá en una ciudad estresada, contaminada y poco habitable.

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